Otro de los muchos rincones que no te puedes perder si visitas Toro, es su Alcázar.
Situado en una atalaya a unos 100 metros sobre el nivel del río Duero, en la Plaza de San Agustín, al final del Paseo del Espolón, desde sus murallas se puede contemplar un precioso paisaje de la Vega del Duero con el Puente de Piedra al fondo.
Está considerado como Bien de Interés Cultural desde 1949.
El rey alfonso IX ordenó su construcción entre los años 1188 y 1195 junto al primer recinto amurallado de la ciudad, y posteriormente, durante los reinados de Sancho IV y Alfonso XI, fue ampliado y renovado.
Está considerado como el principal símbolo de la importancia estratégica y militar de Toro en la época medieval, pues su situación, le permitía controlar los accesos a la ciudad a través del puente.
Sus muros exteriores están realizados en canto rodado, hormigón y cal, con siete cubos de forma circular en su perímetro. A lo largo de su historia ha sido reconstruído en varias ocasiones, y también han sido varias las utilidades que se le han dado. En el XIX se derribó la torre del Homenaje y se cegó la puerta principal para convertirlo en cárcel.
Este castillo fue morada de varios reyes: Fernando III, Pedro I, Juan II, Juana la Beltraneja,… y sus muros han sido testigo de numerosos hechos históricos, entre ellos, la coronación como rey de León, de Fernando III el Santo.
En la actualidad, ha sido acondicionado como «centro de recepción de visitantes», y en su interior podemos encontrar diferentes estancias habilitadas para fines diversos: una sala doble para exposiciones, un centro de interpretación de la ciudad o una oficina de turismo.
Además, sus visitantes podrán disfrutar de un paseo por su adarve, el camino situado en lo alto de la muralla y acceder también a la torre vigía.
Su horario de apertura es:
– De martes a domingo de 10:00 h. a 14:00 h. y de 16:00 h. a 19:00 h.
Los lunes permanecerá cerrado.
.
Lo cierto es que es un lugar precioso, pero pienso yo, que al listo que se le ocurrió derribar la torre del homenaje, habría que darle una medalla de ladrillo por ser «tan inteligente».
Si sus muros hablaran, cuántas cosas contarían, aunque algunas es mejor que no. Cuantas parejas, por las noches, se han abrigado en sus murallas para hacerse arrumacos y besos furtivos. A más de uno le saldrían los colores.
después de tanto tiempo, tenia la esperanza de que alguien pudiera decirme algo sobre la cara que se ve en la parte interior del patio del alcázar, me desilusionaría que solo fuera un plastón de yeso.