Toro, como ciudad de gran renombre, cuna de reyes y nobles, y protagonista de importantes acontecimientos a lo largo de los siglos, ha estado en numerosas ocasiones en boca de historiadores, poetas y escritores de todos los tiempos.
Allá por el siglo XVII, y más concretamente en el año 1624, Jerónimo de Alcalá Yáñez y Rivera, médico y escritor murciano, le dedica una descripción llena de elogios en su obra más exitosa: la novela picaresca «Alonso, mozo de muchos amos», más conocida como «El donado hablador».
En el capítulo V del libro, narra las andanzas de Alonso, el protagonista, en la ciudad de Toro, que la describe así:
» En efeto, señor, puedo decir a vuesa merced que el Cielo en esta jornada tuve muy de mi parte, y con la posibilidad posible llegué a la ciudad de Toro, una de las mejores que hay en Castilla la Vieja: abundante, rica, bien cercada, amigable sitio, famosa por su caudaloso y soberbio río, con quien vienen acompañados otros seis, que todos siete fertilizan la tierra y dan gran número de pesca a los naturales y extranjeros; demás por la gran cosecha que tiene de pan y vino y tanta diversidad de frutas, con que provee a muchos lugares y ciudades del reino, tanta es la abundancia que en ella se coge «.
Le faltó nombrar «La Colegiata» y algún otro lugar «insigne», y habría sido el mejor reclamo «turístico» para la ciudad en aquella época. ¿No creéis?